ENTRENAMIENTO EN NIÑOS. PRESERVEMOS NUESTRO FUTURO

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Nos encontramos con una sociedad dónde el 81% de los niños y adolescentes comprendidos entre los 5-17 años son insuficientemente activos (WHO, 2020).

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Sin embargo, las recomendaciones en estas etapas subestiman la importancia del trabajo de fuerza en esta etapa de desarrollo, pues se centran en una recomendación diaria de al menos 60’ de actividad moderada a vigorosa (≥60’ MVPA diaria) en tareas mayoritariamente aeróbicas, pues sólo matizan que al menos haya tres días de tareas de fuerza.

Pocos países ponen acento en esta necesidad en sus versiones nacionales, e incluso, países como Sudáfrica o Suiza, recomiendan que las tareas de fuerza sean realizadas sólo con peso corporal hasta la adolescencia.

Un reciente estudio realizado a adolescentes entre 11-17 años (Uddin, R. et al. 2020) sugiere una asociación positiva entre la participación regular en clases de educación física y el alcanzar a cumplir las pautas de recomendación de las guías para adolescentes, independientemente del sexo o del género. El nivel de participación de estos adolescentes semanalmente se muestra en la figura 1.

Por lo tanto, los hallazgos respaldan la importancia de la educación física para garantizar la suficiente actividad física entre niños y adolescentes en edad escolar de todo el mundo. Los países no deben perder la oportunidad de garantizar que las escuelas impartan una educación física bien diseñada a diario o al menos 3 días a la semana, ya que pueden desempeñar un papel vital en la creación de naciones activas en todo el mundo. (Uddin, R. et al. 2020)

Ninguna chica/o es inmune al estilo de vida actual dónde el tiempo no educativo de exposición a las pantallas, las actividades recreativas sedentarias y los accesos limitados a actividades físicas son comunes. Y esto puede provocar que una inactividad física prolongada o recurrente conlleve en unos niveles de fuerza bajos con un impacto negativo en aspectos conductuales, emocionales, escasa confianza, miedo al fracaso o a la exposición, menor voluntad para participar en situaciones de actividad física, un aumento de comportamientos no saludables que conlleve un mayor riesgo de patologías o lesiones, etc. (Figura 2).

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La participación en entrenamiento de fuerza en edades tempranas tiene un impacto positivo en las habilidades de movimiento (lanzar, correr, trepar, saltar, etc.) que será de gran utilidad en posteriores aprendizajes y en el desarrollo de una relación positiva con la participación continuada en actividades moderadas o vigorosas.

Además, la actividad física en niños y adolescentes mejora su salud musculoesquelética, cardíaca, metabólica, psicosocial y cognitiva, mejorando su estado de ánimo al cambiar la estimulación neurofisiológica y la función de procesamiento de información de la corteza cerebral (Whooten, R. et al. 2020; extraído de Felipe Isidro, 20.12.2020). La práctica de actividad física, también, tiene un papel beneficioso para prevención y mejora del síndrome metabólico, incluso en la ausencia de intervención dietética, por lo que los estudios deben ir más allá de valorar los cambios en IMC, y poner el foco en otros factores relevantes. (Whooten, R. et al. 2020)

Faigenbaum y cols. (2020), proponen que las tareas destinadas a la mejora de la fuerza y las diferentes destrezas debe estar a la misma altura que las recomendaciones aeróbicas y nos proponen la PAP (PIRÁMIDE DE ACTIVIDAD PEDIÁTRICA) dónde estos tres componentes están a la misma altura, relacionándose de forma heterárquica y siendo igualmente prioritarios.

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Es importante comprender la necesidad que existe de un cambio y una actualización y las políticas para conseguir que este grupo poblacional tenga mayor facilidad a la hora de acceder a estas actividades diariamente. Desde su formación académica, espacios de ocio, lugares de entrenamiento, etc.

Estas recomendaciones deben completarse a las directrices de que todo movimiento cuenta, pero es importante comprender que es una población de riesgo en el sentido de la generación de hábitos que le acompañaran el resto de la vida, y que, actualmente, vamos camino de tener la generación más débil y lenta de nuestra historia reciente.

Bibliografía:

  • Faigenbaum, Avery D. EdD, FACSM1; MacDonald, James P. MD, FACSM2; Stracciolini, Andrea MD, FAAP, FACSM3; Rebullido, Tamara Rial PhD Making a Strong Case for Prioritizing Muscular Fitness in Youth Physical Activity Guidelines, Current Sports Medicine Reports: December 2020 – Volume 19 – Issue 12 – p 530-536 doi: 10.1249/JSR.0000000000000784
  • Uddin, R., Salmon, J., Islam, S.M.S. et al.Physical education class participation is associated with physical activity among adolescents in 65 countries. Sci Rep 10, 22128 (2020). https://doi.org/10.1038/s41598-020-79100-9
  • Whooten, Rachela,b; Kerem, Liyaa; Stanley, TakaraaPhysical activity in adolescents and children and relationship to metabolic health, Current Opinion in Endocrinology & Diabetes and Obesity: February 2019 – Volume 26 – Issue 1 – p 25-31 doi: 10.1097/MED.0000000000000455