EDUCACIÓN, EL PROBLEMA ESTÁ EN LA BASE

Uno de los principales objetivos transversales que, como entrenadores, tenemos habitualmente con nuestros entrenados es conseguir educarles en unos hábitos saludables, adherirle a la práctica regular de ejercicio físico y mejorar la autonomía de cada uno de ellos para que tengan la capacidad de, en un futuro próximo, entrenar por su cuenta.

Pero hablar de educación es una cosa, promoverla es otra.

Habitualmente nos encontramos con personas cuya vida laboral, situación familiar o contexto social les ha llevado a unos preocupantes niveles de sedentarismo, dejando de lado el ejercicio físico, siendo simplemente importante cuándo han tenido un problema de salud o buscan una pérdida de peso. En ocasiones, esto se agrava, pues ante la pregunta de “¿cuándo hizo ejercicio físico por última vez de forma regular?” nos llega una respuesta contundente: “desde el instituto”.

En nuestro congreso anual de ENSA SPORT, tocamos un tema que para nosotros es importante, si el educador físico debe ser parte del sistema sociosanitario de forma activa, y uno de los principales conflictos al que nos enfrentamos está en la base: ¿se ayuda desde nuestras instituciones para fomentar la práctica de ejercicio físico desde jóvenes?

Los datos, hoy en día, son muy preocupantes: la OMS concluyó en 2019, en un estudio con más de 1,6 millones de estudiantes entre 11 y 17 años, que más del 80% de adolescentes en edad escolar no llegan al mínimo recomendado de una hora de actividad física diaria, instando su autora la Dra. Regina Guthold «Es necesario adoptar medidas normativas urgentes para aumentar su actividad física, y en particular para promover y mantener la participación de las niñas en ella»

Podemos sumar los datos de la Gasol Foundation (2019) que nos indican que el 34,9% de la población infantil de 8 a 16 años presenta sobrepeso u obesidad, y tal como nos recordaba recientemente el Consejo COLEF, la OMS nos recomienda el aumento a un mínimo de 3 horas semanales de Educación Física escolar para poder garantizar la equidad para alcanzar los niveles mínimos de actividad física recomendada. Y es que, cerca del 80% del alumnado en edad escolar realizan actividades físicas exclusivamente en el centro educativo (Comisión Europea, 2013).

Uno piensa, datos por delante, que la solución es bastante lógica, si no se consigue actualmente llegar a alcanzar el mínimo de actividad física a la semana, si muchos de los jóvenes sólo tienen acceso a la práctica en la escuela, y sabemos, el gasto que conlleva la inactividad física para nuestra salud pública, lo coherente para su desarrollo físico, cognitivo y social es aumentar sus horas de prácticas escolares, ¿no? Pues tristemente parece que la cosa no es tan lógica.

Recientemente se publicaba ‘Proyecto de Real Decreto por el que se establece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria’ por parte del Ministerio de Educación y formación profesional , dónde la propuesta en materia de educación física en el currículo de secundaria es un mínimo de 35 horas de Educación física por curso (menos de 1,5 horas semanales). ¿tiene esto sentido?

Es difícil entender esta realidad, nuestros docentes, maestros y profesores, realizan una labor encomiable por conseguir inculcar unos hábitos que le acompañen para toda su vida, para qué, en un futuro, sean capaces de seguir realizando ejercicio físico para cuidar su salud, pero desde el principio, sólo ponemos trabas. Solemos decir que, si no encontramos tiempo para cuidar nuestra salud, lo encontraremos para tratarnos la enfermedad, ¿estamos abocando a estos jóvenes a un futuro nada saludable?

Y es que, no sólo es cuestión de lo que marca una báscula, tener un mayor número de experiencias motrices les ayudará en un futuro a interpretar mejor la información que aparece en su entorno para autoorganizar mejor su movimiento y tener un mayor bagaje de posibles respuestas ante situaciones inesperadas, o simplemente le permitirá ser capaz de realizar cualquier actividad que desee experimentar sin miedo y seguir siendo físicamente activo.

Cómo decíamos, queremos ser parte del sistema sociosanitario, no hay actividad que tenga más repercusiones positivas que un ejercicio físico bien pautado por especialistas de nuestro ámbito, pero, nos encontramos el problema en la base, y, sin cimientos fuertes, la estructura cae.