ESCLEROSIS MÚLTIPLE Y EJERCICIO: UNA GRAN AYUDA

En otras entradas del blog os hemos hablado del sinfín de beneficios del ejercicio físico correctamente pautado y tratar al entrenamiento de fuerza como lo que es, una medicina contra la multitud de enfermedades que asolan a nuestra sociedad (Pedersen & Saltin, 2015).

 

Hoy os venimos a hablar de una patología cada vez más común y que puede ver en el ejercicio físico una ayuda en su prevención y tratamiento, estamos hablando de la Esclerosis Múltiple (EM).

 

La EM es la enfermedad neurológica crónica más común entre jóvenes adultos y su incidencia esta aumentando actualmente (Fernandez et al., 2015; Dobson & Giovanni, 2019) con más de 2,3 millones de personas padeciéndola en el mundo (Dalgas et al.,2019) Dicha patología esta caracterizada por las lesiones en forma de placas en la sustancia blanca, conllevando una pérdida de mielina (sustancia que recubre las conexiones neuronales) y un deterior en el axón de la neurona (prolongación de dicha neurona que conecta con otra).

Imagen obtenida de la web webconsultas.com

Los mecanismos tras esta enfermedad son complejos y aún no están del todo claros, pero la interacción entre la predisposición genética y ciertos factores ambientales juegan un papel esencial. Factores modificables como bajos niveles de vitamina D, el tabaco y la obesidad infantil predisponen en gran medida a padecer esta patología (Dobson & Giovanni, 2019).

La esperanza de vida en estos pacientes esta reducida de 6-10 años con respecto a personas sanas, no obstante, la mayoría de ellos vivirán con EM más de 35 años (Dalgas et al., 2019) por lo tanto el objetivo de estos pacientes será luchar en la medida de lo posible con el deterioro físico y cognitivo asociado a dicha patología y agravado por el envejecimiento y la inactividad física.

 

¿Qué papel juega el ejercicio físico?

 

Como hemos nombrado anteriormente, esta enfermedad es una combinación entre factores genéticos y factores modificables, entre ellos la obesidad. Tenemos evidencia científica que nos dice que existe una relación inversa entre los niveles de actividad física vigorosa (Wesner et al., 2018), niveles altos de condición física (Cortese et al., 2018) y el riesgo de padecer EM.

 

Además, está también el papel a nivel de tratamiento, paliando la gravedad de los síntomas devenidos de dicha enfermedad, entre los que podemos encontrar la fatiga exacerbada, dolor, atrofia muscular así como otros síntomas de carácter mas socio cognitivo como la depresión o la alteraciones sexuales (Fernandez et al., 2015).

Imagen tomada de Dalmas et al., 2019, en la que se muestra la evolución de la enfermedad y de sus síntomas en función de distintos estilos de vida

 

La evidencia del ejercicio física sobre los síntomas de la EM es prometedora, aunque aún queda mucha investigación por delante. La mayoría de estudios demuestran que intervenciones de 6-20 semanas de entrenamiento de fuerza y cardiovascular de intensidad moderada 2-3 veces por semana sería suficiente para mejorar numerosos marcadores que repercutirían en una mejora de la calidad de vida de esta población (Platta et al., 2016)

Existe otra línea de investigación muy prometedora, con amplia evidencia en modelos animales, en la que se estudian los efectos del ejercicio físico sobre el cerebro. Los beneficios del ejercicio sobre el cerebro implicarían una mejora del perfil inflamatorio y la liberación de ciertas sustancias (factores neurotróficos) encargados del correcto funcionamiento del mismo (Dalgas et al., 2019).

 

¿Cuál es la realidad?

 

En el día a día con este tipo de población se hace mas necesario que nunca individualizar el entrenamiento, pero no solo al sujeto, sino al estado del sujeto cada día, lo cuál es muy variable donde la fatiga y la consecuente mala función del sistema locomotor serán las mayores limitantes.

 

Sería ideal con esta población separar los entrenamientos 2-3 días entre ellos e intentar que las sesiones de fuerza y cardio también estuvieran dispuestas en días distintos para así conseguir los mayores beneficios con la mínima fatiga posible.

 

Bibliografía

– Pedersen, B. K., & Saltin, B. (2015). Exercise as medicine–evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases. Scandinavian journal of medicine & science in sports25, 1-72.

 

– Fernández, Ó., Fernández, V. E., & Guerrero, M. (2015). Esclerosis múltiple. Medicine-Programa de Formación Médica Continuada Acreditado11(77), 4610-4621.

 

– Dobson, R., & Giovannoni, G. (2019). Multiple sclerosis–a review. European journal of neurology26(1), 27-40.

 

– Dalgas, U., Langeskov-Christensen, M., Stenager, E., Riemenschneider, M., & Hvid, L. G. (2019). Exercise as medicine in multiple sclerosis—Time for a paradigm shift: Preventive, symptomatic, and disease-modifying aspects and perspectives. Current neurology and neuroscience reports19(11), 1-12.

 

– Wesnes, K., Myhr, K. M., Riise, T., Cortese, M., Pugliatti, M., Boström, I., … & Bjørnevik, K. (2018). Physical activity is associated with a decreased multiple sclerosis risk: The EnvIMS study. Multiple Sclerosis Journal24(2), 150-157.

 

– Cortese, M., Riise, T., Bjørnevik, K., Myhr, K. M., & Multiple Sclerosis Conscript Service Database Study Group. (2018). Body size and physical exercise, and the risk of multiple sclerosis. Multiple Sclerosis Journal24(3), 270-278.

 

– Platta, M. E., Ensari, I., Motl, R. W., & Pilutti, L. A. (2016). Effect of exercise training on fitness in multiple sclerosis: a meta-analysis. Archives of physical medicine and rehabilitation97(9), 1564-1572.

Rafael Tundidor
Rafael Tundidor Duque     Co-Director Técnico Ensa Sport